martes, 15 de julio de 2025

La voz que susurra en el umbral: Diálogo con el Maestro Interior

 Verdún, Qc, Canada, 15  de julio de 2025.

Frater: Kain Exiliatus

Fulgurans per Viam Cordis

Custos Ignis Interdicti

TESINA DEL SÉPTIMO GRADO – ADEPTUS EXEMPTUS

“La Voz que Susurra en el Umbral: Diálogo con el Maestro Interior”

Llegar al Séptimo Grado dentro del Colegio Invisible de la Rosacruz no es una medalla ni un estandarte; es una rendición. El título de “Adeptus Liberado” no se ostenta, se sirve. Y esta tesina no pretende glosar lo que soy —porque apenas empiezo a recordar quién fui y por qué bajé—, sino dejar constancia de una etapa del Camino donde la brújula ya no apunta hacia afuera, sino hacia adentro. Lo que aquí comparto nace del ejercicio constante, de la duda fértil, del silencio como sacramento y de la vivencia íntima con ese Ser que he empezado a escuchar, no con mis oídos, sino con mi alma.

El Libro en Blanco: Comenzar desde el Centro

El Séptimo Grado nos recibe con una página vacía. No porque nada se haya aprendido, sino porque es ahora cuando podemos empezar a escribir lo que verdaderamente somos. Ya no se trata de acumular claves, símbolos o teorías, sino de encarnar el lenguaje del Alma. En esta etapa, he comprendido que todo conocimiento que no florece en compasión, en acto, en servicio, se vuelve peso muerto.

La práctica de la retrospección y la concentración matutina se han vuelto rituales más sagrados que cualquier ceremonia externa. Al reconstruir mis días y proyectar con intención mis acciones, he sembrado una continuidad entre el plano de vigilia y los planos sutiles. Es allí, en esa costura invisible, donde he comenzado a intuir la voz del Maestro Interior.

La Herejía de Saberse Dios

“No soy un buscador de Dios. Soy Dios recordando cómo buscarse.” Esta paradoja, vivida y no sólo pensada, ha sido uno de los frutos más profundos de este Grado. La afirmación “Tú eres Dios” no es blasfemia para el que ha aprendido a arrodillarse ante la Vida misma. Comprender que cada chispa individual lleva el mapa completo del Todo es una verdad que no se puede enseñar, pero sí se puede recordar.

Este reconocimiento no me ha elevado, sino que me ha hecho más humano. Más consciente del dolor ajeno, más disponible para el servicio, más dispuesto a callar y escuchar.

Empatía como Umbral Iniciático

En este tramo del Camino, el verdadero Guardián del Umbral no es un monstruo externo, sino mi propia incapacidad de amar sin condiciones. No se puede cruzar el velo sin haber abrazado lo que uno desearía destruir. La empatía, lejos de ser un gesto moral, se ha revelado como una tecnología espiritual. Es la contraseña vibratoria que abre las puertas del Reino.

He aprendido que antes de aspirar a “curar”, hay que aprender a ver. Ver con los ojos del Alma. Cada enfermedad, cada sombra, cada grito de desesperanza, se convierte entonces en un llamado al ministerio oculto del Adepto: ofrecerse como puente entre la Luz y la carne que la busca.

El Maestro Interior no grita, susurra

Quizá la mayor lección ha sido desaprender la necesidad de respuestas espectaculares. El Maestro no se impone; se deja encontrar. Su voz es pequeña, sus señales sutiles, su guía silenciosa. Pero su presencia es certera como la gravedad. En sueños, en gestos, en intuiciones, en sincronicidades que parecen triviales, Él habla. Él espera.

No es otro que yo mismo, transfigurado, reconciliado, descondicionado. Es mi Alma, es mi Estrella, es mi futuro que me llama desde dentro.

La Ciencia del Silencio

Los ejercicios que he recibido no son métodos, son llaves. Pero esas llaves no abren puertas si no se hunden primero en el silencio. He aprendido que meditar no es pensar bonito, ni visualizar paisajes etéreos. Es soltar la necesidad de controlar. Es esperar sin expectativas. Es permitir que la quietud sea fértil.

Y así, en ese terreno quieto, se empieza a escuchar. No con palabras, sino con certeza. No con visiones, sino con dirección.

Amor como Eje, Servicio como Forma

Como médico y como estudiante de la Rosacruz, he visto cómo se entretejen las dos vocaciones: curar y recordar. En este grado, esa unión se ha vuelto conciencia encarnada. El servicio silencioso, sin galardón, es la alquimia más poderosa. He comprendido que mi cuerpo, mis actos, mis palabras, deben volverse sacramento para los que sufren. No porque yo sea algo, sino porque Él, el que mora en mí, puede obrar a través de mí.

Escribiendo esta corta tesina hice consciente algo que jamas habia notado, si hay una constante silenciosa que ha guiado mi vida profesional, ha sido esta: jamás he cobrado una consulta médica a un paciente. Lo noto ahora, al mirar en retrospectiva, no como una decisión racional o un gesto intencional de sacrificio, sino como una corriente subterránea, casi secreta, que siempre me condujo por ese cauce. Desde mis años como estudiante, pasando por la residencia, el ejercicio clínico, la práctica privada, incluso hoy dentro de mi especialidad, nunca he recibido dinero de un paciente en mano. Siempre ha habido un salario, una estructura intermediaria, una suerte de providencia que aseguraba lo necesario, pero que mantenía intacto ese principio: la medicina, para mí, ha sido un sacerdocio, no un comercio.

Lo curioso —y profundo— es que jamás lo viví como una renuncia o una pérdida. Al contrario, fue un orden natural, como si el Alma se negara a convertir el acto de sanar en una transacción. La medicina me ha permitido acompañar el dolor, sostener el cuerpo y el alma del otro en sus horas frágiles. ¿Cómo cobrar por eso? ¿Cómo fijar un precio a lo que ocurre cuando dos seres se encuentran en medio de lo sagrado que es la enfermedad?

No fue hasta llegar a este Grado que comprendí la dimensión simbólica de todo ello. El Séptimo Grado nos habla del deber del Adepto de aliviar el sufrimiento sin esperar recompensa. El alma que ha despertado al Maestro Interior no cobra por servir porque ha comprendido que el servicio mismo es su camino de transfiguración. A través de ese acto continuo de dar —tiempo, conocimiento, energía, escucha—, uno no se vacía, se llena. El que sirve, se convierte. El que no cobra, cobra en otro plano.

Hoy entiendo que esta ha sido, en silencio, una de las enseñanzas más altas de mi camino rosacruz: el amor como eje y el servicio como forma de expresión del Ser Interno. He sido sostenido sin pedir, remunerado sin facturar, respaldado sin negociar. Y en ese misterio, que desafía la lógica del mundo, reconozco una ley superior. Quizás no fui yo quien eligió no cobrar, sino que fue la Rosa, floreciendo silenciosamente en el centro del pecho, quien decidió no ser vendida.

Mi Conclusión

Esta tesina es un umbral. Sé que aún no soy, pero empiezo a Ser. Sé que aún hay velos, pero también hay una certeza creciente: no camino solo. El Maestro que busqué fuera ha estado todo el tiempo esperando en mi pecho. No vine a aprender doctrinas. Vine a recordar. Y hoy sé —desde lo más profundo— que lo divino no está allá arriba ni allá lejos. Está aquí. En este instante. En esta entrega. En este fuego que no se apaga. Creo que hoy me siento mas médico que nunca. 


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