domingo, 20 de julio de 2025

Entre el Templo y el Abismo (Tesina del Noveno Grado)

 Verdún, Qc, Canada, 20  de julio de 2025.

Frater: Kain Exiliatus

Fulgurans per Viam Cordis

Custos Ignis Interdicti

Tesina del Noveno Grado: El Mago

En L:.V:.X:.

Entre el Templo y el Abismo

He caminado los senderos interiores del Colegio Invisible desde sus primeras enseñanzas, como quien entra en un templo sin paredes, guiado por una lámpara que arde en lo secreto del corazón. Desde el Celador hasta el Maestro del Templo, cada grado fue una iniciación, no solo en ideas, sino en fracturas, crisis, síntesis. Al llegar al Octavo Grado, aprendí que el templo no es un lugar, sino un estado del alma que se torna gobierno silencioso de sí misma.

Ahora, en el Noveno Grado -el del Mago-, no se trata de gobernar, sino de desaparecer. No se trata de aprender una fórmula, sino de convertirse en el crisol donde las fórmulas se transmutan en carne y destino.

El Mago como Transparencia: Antimagia y Poder Interior

Se nos advierte desde el inicio: este grado no enseña conjuros, ni rituales espectaculares, ni talismanes. Y eso es lo que lo hace más verdadero. Porque el Mago no es quien domina fuerzas ocultas, sino aquel que ha hecho del alma una lámpara translúcida, despojada del ego, entregada al Espíritu.

Aquí no se nos da un poder para usar, sino que se nos recuerda que “el poder real no se usa”: se manifiesta en presencia, en silencio, en una mirada que revela sin imponerse, en un gesto que transforma sin dejar huella. La magia, se nos dice, es intrínseca. Y, sin embargo, se nos pide algo casi imposible: transmitirla, sin que pueda enseñarse.

La Fe Operativa: Cristificación y Rendición de la Personalidad

Una de las lecciones más profundas de este grado es que la verdadera magia se funda en la Fe, pero no la fe como creencia, sino como comunión ontológica entre el Yo inferior y el Yo Superior. Así como el cuerpo confía en el sistema nervioso, así la personalidad debe rendirse ante el Espíritu.

Esta entrega no es sumisión, sino integración. En mi camino, esta enseñanza me confrontó con mis resistencias intelectuales, mis obsesiones con la claridad y el método. Pero aprendí, finalmente, que la Luz no se explica: se encarna. Solo así puede uno volverse canal de la Rosa.

El Objeto Mágico: Del Plomo Personal a la Herramienta Sagrada

El Mago posee un Objeto de Poder, fabricado por sus propias manos. No es una herramienta externa, sino la materialización de un proceso interno. En mi caso, ese objeto no se nombra en público, pero porta en su interior los restos alquímicos de una vida transformada. En su núcleo hay memoria, disciplina, lágrimas, y una sonrisa que sobrevivió al caos.


El Legado Silencioso: Enseñar sin Maestros, Guiar sin Mandato

El reto de este grado no es alcanzar un estado, sino asegurar su permanencia en la cadena invisible de la Fraternidad. La transmisión no puede hacerse por escrito, ni siquiera por palabra: solo por resonancia. El Mago no funda escuelas, siembra destinos. No instruye: despierta.

Esta enseñanza me ha llevado a servir, en la medida de mis posibilidades, como espejo limpio para otros caminantes. A no imponer verdad alguna, sino a señalar el umbral por donde cada quien debe entrar solo.

Custos Ignis Interdicti: Memoria del Sendero Silencioso

No llegué aquí por casualidad, pero tampoco por un plan claro. Mi camino por el Colegio Invisible comenzó hace ya más de diez años -quizá once, quizá doce, quizas menos, ya he perdido la cuenta-. Era una época de búsqueda intensa, a veces febril: me movía la curiosidad por los misterios, las escuelas iniciáticas, los rituales, la magia, la alquimia, las promesas de poderes sobrenaturales. Me sentía atraído por lo invisible, por lo que susurraba detrás de los velos.

Y en ese laberinto de símbolos me topé con Aralba. No lo busqué, no le escribí. Pero fue como si él hubiese respondido a muchas de mis preguntas... sin que yo hubiese hecho ninguna.

Nunca compartí con nadie este camino. Nadie sabía que leía estas lecciones, que meditaba sobre estas ideas, que lloraba a veces en silencio ante la claridad de algunas verdades o la crudeza de ciertos espejos. Porque siempre supe, o mejor dicho, sentí, que el verdadero sendero del Mago es un sendero solitario. Que no busca aplauso, ni compañía. Que la soledad no es castigo, sino elección.

En este retiro íntimo, que nunca fue aislamiento sino solitud activa, fui comprendiendo que la magia no está en alterar el mundo, sino en transmutarse a uno mismo. Fui descubriendo que el Fuego que tanto ansiábamos controlar era, en realidad, algo que había que custodiar con humildad.

Y así, silenciosamente, me convertí en lo que nunca soñé: Custos Ignis Interdicti. Guardián de ese Fuego que nadie ve, pero que lo consume todo.

Conclusión: El Mago como Síntesis, como Muerte y como Semilla

El Noveno Grado no es un pináculo, es una desaparición. El ego ha sido útil; ahora debe callar. El conocimiento ha sido guía; ahora debe arder. Solo entonces puede florecer lo que en verdad somos: un vacío fértil donde la Luz puede morar sin distorsión.

Este es el verdadero acto mágico: volverse vaso. Y ese vaso, roto y rehecho mil veces, lleva en su fondo la única palabra que importa: Amor. Pero no un amor sentimental, sino aquel que arde como cruz, como servicio, como entrega sin condiciones.

Como Magos, no se nos da permiso para gobernar ni para iluminar. Se nos da el deber de custodiar el fuego: Custos Ignis Interdicti. No el fuego vulgar que calienta, sino el Fuego Interdicto, el que devora a quien lo toma sin merecerlo. El Mago no lanza rayos, ni profetiza en público: vela en silencio por que el Fuego Sagrado no sea profanado, ni tampoco olvidado. Guarda el umbral no con espada, sino con presencia.

Este es mi pacto. Y también, mi desaparición.

Frater Kain R+C




viernes, 18 de julio de 2025

El Silencio que habita el Templo

 Verdún, Qc, Canada, 18  de julio de 2025.

Frater: Kain Exiliatus

Fulgurans per Viam Cordis

Custos Ignis Interdicti

Tesina para el Octavo Grado - Maestro del Templo

El Silencio que Habita el Templo

Introducción - El Umbral del Templo

No hay paso más invisible que el que lleva del Adepto Liberado al Maestro del Templo. No hay ceremonia, ni aplauso, ni revelación externa que anuncie el cambio. Sólo un silencio más hondo, una mirada más quieta, una renuncia más profunda a lo que antes parecía importante. El Adepto Libera y se libera. El Maestro… se entrega. En el séptimo grado, caminé el mundo con la palabra encendida y la acción lista. En este octavo, he descubierto que la verdadera maestría no habla: escucha.

He llegado aquí no por acumulación de saberes ni por grados alcanzados, sino por desgaste de toda pretensión. La piedra bruta no se cincela: se deja caer hasta quebrarse por completo. Y entonces, surge la forma. No aquella que dibujamos con el pensamiento, sino la que ha esperado desde siempre ser reconocida en el corazón del vacío.

El Templo como Estructura Interna

En este grado se nos enseña que el Templo no es un edificio, ni un símbolo: es una forma de ser. Cada célula de mi cuerpo, cada respiración, cada emoción transmutada, cada pensamiento purificado ha sido una piedra puesta en su lugar. No con manos, sino con silencios, sin embargo aun falta, y mucho.

He aprendido que la verdadera arquitectura es la del alma, y que cada órgano vibra con un nombre sagrado. El corazón como altar. Los pulmones como columnas del aliento divino. La sangre como río que lleva el Fuego del Logos. ¿Y el cráneo? Ese lugar oscuro donde el espíritu resucita. El Templo está vivo, y es por eso que no puede construirse con materia inerte.

La alquimia me enseñó que el cuerpo no es un obstáculo sino un laboratorio. Cada emoción no resuelta es plomo que debe sublimarse. Cada conflicto, una sal que debe disolverse en el agua del alma. Y el mercurio, esa mente que corre sin control, debe aprender a quedarse quieta, como el lago donde el Sol se mira. Solo entonces, el Templo resuena.

La Maestría como Renuncia del Ego de Saber

No sé. Ese es el verdadero mantra del Maestro. No sé, y por eso me dejo guiar. No sé, y por eso obedezco a la Voz que no se oye con los oídos ni se articula con palabras. No sé, y por eso no enseño desde el yo, sino desde lo que se manifiesta cuando me hago a un lado.

Este grado ha exigido de mí el sacrificio de mi deseo de ser visto. En el pasado, busqué ser útil. Ahora, sólo quiero ser transparente. Que la luz pase a través de mí sin encontrar obstáculos. El mundo me ha enseñado que el que más habla suele saber menos, y que los verdaderos iniciados no se reconocen por sus títulos, sino por su capacidad de estar en silencio en medio del ruido.

He curado sin pedir pago. He acompañado sin nombrarme. He visto el dolor y lo he acogido, sin prometer consuelo. El Maestro del Templo no guía con instrucciones. Guía con presencia. Y muchas veces, no guía en absoluto, porque ha comprendido que la verdadera enseñanza ocurre en el vacío entre dos palabras.

La Espada, el Altar y la Luz

La espada ya no hiere. Distingue. Corta los velos del autoengaño, separa lo necesario de lo accesorio. Es la espada del discernimiento. No la blande la mano, sino el ojo del espíritu.

El altar no está en un templo. Está en el corazón abierto. Es allí donde se inmola la voluntad personal, donde se ofrece todo sin esperar nada. El Maestro del Templo no exige sacrificios: él es el sacrificio. No porque se crea mártir, sino porque ha comprendido que la entrega es su naturaleza más pura.

Y la luz… no es la que se ve. Es la que permite ver. Es la que no se nombra, pero está detrás de toda claridad. La luz del Maestro no deslumbra: revela. No llega desde fuera: emana desde dentro cuando el ego ha sido vaciado.

El Servicio como Liturgia Oculta

He sido médico de cuerpos, pero sobre todo he querido ser médico del alma. No por arrogancia, sino porque reconozco que toda dolencia es, en algún nivel, una llamada de lo sagrado. No he tenido consultorios lujosos, salvo el de la práctica de mi padre, el cual acompañe durante muchos años antes de partir a mi aventura personal. He tenido tiempo para escuchar. Y eso, en este mundo, es lo más caro.

Cada acto de servicio ha sido una misa secreta. Cada gesto honesto, una eucaristía. He aprendido a servir como se reza: sin que nadie lo note, sin que nadie lo premie. Porque servir no es dar: es recordar al otro lo que ha olvidado de sí.

Y he visto que los milagros no son rupturas de la ley natural. Son obediencias absolutas a una ley más alta. Y esa ley dice: “El que se vacía, será lleno. El que se ofrece, será recogido”.

El Maestro como Guardián del Silencio

En este grado, he comprendido que el Silencio no es ausencia de sonido, sino presencia de lo eterno. Y que quien guarda Silencio no es el que calla, sino el que escucha desde la profundidad. El Maestro del Templo no es el que domina los misterios, sino el que ha sido roto por ellos y los contempla sin pretensión de poseerlos.

Mi relación con el Silencio ha cambiado. Ya no lo lleno con pensamientos, ni lo evado con ocupaciones. Me siento en él como quien se sienta junto a un anciano sabio: sin esperar lecciones, sin exigir respuestas. Solo por estar.

He comprendido que, al final, lo único que transforma es lo que se dice con la vida, no con la boca. Y que a veces el más alto grado consiste en saber cuándo no intervenir.

El Colegio como Continuidad Invisible

El Colegio Invisible no es una organización. Es un río subterráneo que une las almas que han despertado al mismo fuego. No se mide por jerarquías ni se mantiene con cuotas. Se respira. Se siente. Y uno sabe que pertenece cuando ya no necesita pertenecer.

Este Grado me ha permitido comprender que el verdadero Colegio no forma iniciados: los recuerda. Y que los que entran en él, lo hacen porque han sido llamados desde dentro. Yo he sido llamado. Y he respondido. No porque me crea digno, sino porque he comprendido que la Dignidad no es personal, sino vertical.

Mi compromiso no es con una escuela. Es con una vibración. Y la serviré donde sea necesario, con el nombre que toque usar, con las manos que aún puedan dar algo, con la voz que a veces pueda sostener a un hermano en medio de la noche.

Conclusión – Entrar al Templo y Quedarse

He entrado al Templo. No como quien conquista un lugar sagrado, sino como quien reconoce que siempre ha estado allí. He comprendido que la puerta no estaba afuera, sino en el corazón quebrado, en el ego rendido, en el silencio asumido. Y al entrar… no encontré gloria, ni revelación, ni poder. Encontré Paz.

Una Paz que no se basa en la certeza, sino en la confianza. Una Paz que no me aísla del mundo, sino que me permite amarlo desde otro lugar. Una Paz que no dice “he llegado”, sino “puedo quedarme”.

Porque el Maestro del Templo no es quien llega. Es quien permanece. Quien, en medio de las ruinas, en medio del dolor del mundo, se convierte en altar, en lámpara, en espada y en silencio. No por mérito, sino por Gracia.

Aquí me quedo. En el Templo que soy, en el Silencio que habito, en el Servicio que me atraviesa.


martes, 15 de julio de 2025

La voz que susurra en el umbral: Diálogo con el Maestro Interior

 Verdún, Qc, Canada, 15  de julio de 2025.

Frater: Kain Exiliatus

Fulgurans per Viam Cordis

Custos Ignis Interdicti

TESINA DEL SÉPTIMO GRADO – ADEPTUS EXEMPTUS

“La Voz que Susurra en el Umbral: Diálogo con el Maestro Interior”

Llegar al Séptimo Grado dentro del Colegio Invisible de la Rosacruz no es una medalla ni un estandarte; es una rendición. El título de “Adeptus Liberado” no se ostenta, se sirve. Y esta tesina no pretende glosar lo que soy —porque apenas empiezo a recordar quién fui y por qué bajé—, sino dejar constancia de una etapa del Camino donde la brújula ya no apunta hacia afuera, sino hacia adentro. Lo que aquí comparto nace del ejercicio constante, de la duda fértil, del silencio como sacramento y de la vivencia íntima con ese Ser que he empezado a escuchar, no con mis oídos, sino con mi alma.

El Libro en Blanco: Comenzar desde el Centro

El Séptimo Grado nos recibe con una página vacía. No porque nada se haya aprendido, sino porque es ahora cuando podemos empezar a escribir lo que verdaderamente somos. Ya no se trata de acumular claves, símbolos o teorías, sino de encarnar el lenguaje del Alma. En esta etapa, he comprendido que todo conocimiento que no florece en compasión, en acto, en servicio, se vuelve peso muerto.

La práctica de la retrospección y la concentración matutina se han vuelto rituales más sagrados que cualquier ceremonia externa. Al reconstruir mis días y proyectar con intención mis acciones, he sembrado una continuidad entre el plano de vigilia y los planos sutiles. Es allí, en esa costura invisible, donde he comenzado a intuir la voz del Maestro Interior.

La Herejía de Saberse Dios

“No soy un buscador de Dios. Soy Dios recordando cómo buscarse.” Esta paradoja, vivida y no sólo pensada, ha sido uno de los frutos más profundos de este Grado. La afirmación “Tú eres Dios” no es blasfemia para el que ha aprendido a arrodillarse ante la Vida misma. Comprender que cada chispa individual lleva el mapa completo del Todo es una verdad que no se puede enseñar, pero sí se puede recordar.

Este reconocimiento no me ha elevado, sino que me ha hecho más humano. Más consciente del dolor ajeno, más disponible para el servicio, más dispuesto a callar y escuchar.

Empatía como Umbral Iniciático

En este tramo del Camino, el verdadero Guardián del Umbral no es un monstruo externo, sino mi propia incapacidad de amar sin condiciones. No se puede cruzar el velo sin haber abrazado lo que uno desearía destruir. La empatía, lejos de ser un gesto moral, se ha revelado como una tecnología espiritual. Es la contraseña vibratoria que abre las puertas del Reino.

He aprendido que antes de aspirar a “curar”, hay que aprender a ver. Ver con los ojos del Alma. Cada enfermedad, cada sombra, cada grito de desesperanza, se convierte entonces en un llamado al ministerio oculto del Adepto: ofrecerse como puente entre la Luz y la carne que la busca.

El Maestro Interior no grita, susurra

Quizá la mayor lección ha sido desaprender la necesidad de respuestas espectaculares. El Maestro no se impone; se deja encontrar. Su voz es pequeña, sus señales sutiles, su guía silenciosa. Pero su presencia es certera como la gravedad. En sueños, en gestos, en intuiciones, en sincronicidades que parecen triviales, Él habla. Él espera.

No es otro que yo mismo, transfigurado, reconciliado, descondicionado. Es mi Alma, es mi Estrella, es mi futuro que me llama desde dentro.

La Ciencia del Silencio

Los ejercicios que he recibido no son métodos, son llaves. Pero esas llaves no abren puertas si no se hunden primero en el silencio. He aprendido que meditar no es pensar bonito, ni visualizar paisajes etéreos. Es soltar la necesidad de controlar. Es esperar sin expectativas. Es permitir que la quietud sea fértil.

Y así, en ese terreno quieto, se empieza a escuchar. No con palabras, sino con certeza. No con visiones, sino con dirección.

Amor como Eje, Servicio como Forma

Como médico y como estudiante de la Rosacruz, he visto cómo se entretejen las dos vocaciones: curar y recordar. En este grado, esa unión se ha vuelto conciencia encarnada. El servicio silencioso, sin galardón, es la alquimia más poderosa. He comprendido que mi cuerpo, mis actos, mis palabras, deben volverse sacramento para los que sufren. No porque yo sea algo, sino porque Él, el que mora en mí, puede obrar a través de mí.

Escribiendo esta corta tesina hice consciente algo que jamas habia notado, si hay una constante silenciosa que ha guiado mi vida profesional, ha sido esta: jamás he cobrado una consulta médica a un paciente. Lo noto ahora, al mirar en retrospectiva, no como una decisión racional o un gesto intencional de sacrificio, sino como una corriente subterránea, casi secreta, que siempre me condujo por ese cauce. Desde mis años como estudiante, pasando por la residencia, el ejercicio clínico, la práctica privada, incluso hoy dentro de mi especialidad, nunca he recibido dinero de un paciente en mano. Siempre ha habido un salario, una estructura intermediaria, una suerte de providencia que aseguraba lo necesario, pero que mantenía intacto ese principio: la medicina, para mí, ha sido un sacerdocio, no un comercio.

Lo curioso —y profundo— es que jamás lo viví como una renuncia o una pérdida. Al contrario, fue un orden natural, como si el Alma se negara a convertir el acto de sanar en una transacción. La medicina me ha permitido acompañar el dolor, sostener el cuerpo y el alma del otro en sus horas frágiles. ¿Cómo cobrar por eso? ¿Cómo fijar un precio a lo que ocurre cuando dos seres se encuentran en medio de lo sagrado que es la enfermedad?

No fue hasta llegar a este Grado que comprendí la dimensión simbólica de todo ello. El Séptimo Grado nos habla del deber del Adepto de aliviar el sufrimiento sin esperar recompensa. El alma que ha despertado al Maestro Interior no cobra por servir porque ha comprendido que el servicio mismo es su camino de transfiguración. A través de ese acto continuo de dar —tiempo, conocimiento, energía, escucha—, uno no se vacía, se llena. El que sirve, se convierte. El que no cobra, cobra en otro plano.

Hoy entiendo que esta ha sido, en silencio, una de las enseñanzas más altas de mi camino rosacruz: el amor como eje y el servicio como forma de expresión del Ser Interno. He sido sostenido sin pedir, remunerado sin facturar, respaldado sin negociar. Y en ese misterio, que desafía la lógica del mundo, reconozco una ley superior. Quizás no fui yo quien eligió no cobrar, sino que fue la Rosa, floreciendo silenciosamente en el centro del pecho, quien decidió no ser vendida.

Mi Conclusión

Esta tesina es un umbral. Sé que aún no soy, pero empiezo a Ser. Sé que aún hay velos, pero también hay una certeza creciente: no camino solo. El Maestro que busqué fuera ha estado todo el tiempo esperando en mi pecho. No vine a aprender doctrinas. Vine a recordar. Y hoy sé —desde lo más profundo— que lo divino no está allá arriba ni allá lejos. Está aquí. En este instante. En esta entrega. En este fuego que no se apaga. Creo que hoy me siento mas médico que nunca. 


Por la Luz que sana: el Oficio del Caballero Hospitalario

 Verdún, Qc, Canada, 13  de julio de 2025.

Frater: Kain Exiliatus

Fulgurans per Viam Cordis

Custos Ignis Interdicti

Tesina del Sexto Grado – Adepto Mayor

“Por la Luz que Sana: El Oficio del Caballero Hospitalario”



Introducción: Sanar es Servir

Llegar al Sexto Grado es, en mi caso, el reconocimiento de una trayectoria que ha venido configurándose desde mucho antes de que yo lo supiera. No fue solo en las aulas académicas ni en los recintos hospitalarios donde me formé como sanador. Fue también en los silencios prolongados de mi alma, en los libros de alquimia y filosofía, en la tradición viva que el Colegio Invisible preserva y transmite. En este grado, la figura del Caballero Hospitalario aparece no como un título honorífico, sino como un arquetipo que me llama a servir desde una medicina que reconcilia cuerpo, alma y espíritu.

He aprendido que la verdadera sanación no se impone, sino que se acompaña. No se dirige desde la soberbia del saber, sino desde la humildad del que escucha al Maestro Interno en cada ser humano.

El Servicio como Vía Iniciática

En la meditación de este grado, vi aparecer ante mí la imagen de Asclepio, el dios griego de la medicina, acompañado por Quirón, su maestro y guía. Aquella visión, simbólica y luminosa, vino a sellar un pacto interior: curar no es otra cosa que participar del Misterio. El báculo de Asclepio, con su serpiente ascendiendo en espiral, es también mi columna, mi eje, mi vocación. Su energía circula en mí cada vez que tiendo mis manos con intención de aliviar, cada vez que un hermano o hermana se presenta con una dolencia, sea esta física, emocional o espiritual.

Quirón me recordó que incluso el sanador herido puede sanar, que incluso nuestras propias fisuras pueden volverse canales de luz si se las entrega al Cristo Interno.

La Unidad Sagrada del Ser

Una de las grandes lecciones del Sexto Grado es la comprensión de que no somos fragmentos, sino una Unidad Indisoluble. Cuerpo, alma y espíritu no están separados, como nos ha hecho creer una cultura excesivamente analítica. La Rosacruz nos enseña que todo es Uno, y que la sanación solo es posible si abrazamos esa integridad. La enfermedad nace de la disociación, de las fracturas internas y externas que nos alejan del Centro. Volver al centro es, también, volver al Cristo, esa chispa de luz que alumbra desde el fondo de nuestro propio ser.

La Dieta, la Respiración, el Silencio: Vehículos del Alma

Desde esta perspectiva integral, los cuidados que damos al cuerpo ya no son meramente higiénicos o estéticos, sino ritos de comunión con el Alma. Comer se vuelve liturgia. Respirar, un acto de oración. Dormir, una forma de entrega. En este grado aprendemos que no existe una dieta universal, sino una escucha profunda del cuerpo que es templo, laboratorio y camino. Que cada quien deberá hallar su propio equilibrio entre los alimentos, las emociones, las energías y las palabras.

Como se nos enseña, no se trata de imponer reglas sino de afinar la conciencia. Solo el Maestro Interno puede dictar lo que el discípulo ha de transformar.

El Aura, los Vórtices, las Manos

A través de las lecciones sobre el Cuerpo Vital, los vórtices energéticos, el campo aurático y la imposición de manos, se nos ha mostrado un mapa sutil del ser humano. Un mapa que, como médico, jamás me fue enseñado en ninguna facultad. He sentido la energía recorrer mis manos, he invocado la fuerza sanadora con el solo acto de la intención, y he confirmado que la esperanza, cuando es encarnada, actúa como bálsamo poderoso.

No se trata de reemplazar la medicina científica, sino de completarla desde una mirada sagrada, que ve en cada cuerpo un símbolo, en cada síntoma una señal, y en cada paciente un alma que pide reconciliación.

Del Conocimiento a la Sabiduría: La Medicina del Corazón

Sanar, he aprendido, no es sinónimo de curar. A veces el cuerpo no mejora, pero el alma florece. A veces no logramos revertir la enfermedad, pero sí iluminar el tránsito. En este grado, se nos recuerda que el verdadero Hospitalario no mide su éxito en estadísticas, sino en amor entregado. Que el servicio rosacruz no está limitado por los límites de la carne, pues el auxilio invisible y la oración vibracional trascienden el tiempo y el espacio.

Este ha sido para mí un proceso de rendición ante lo que no puedo controlar, de reverencia ante lo que sí puedo ofrecer: presencia, compasión, escucha, silencio, y la humilde certeza de que toda verdadera sanación viene de lo Alto, y nosotros solo somos instrumentos consagrados.

Mi Conclusión: Curar sin herir, servir sin poseer

Este Sexto Grado ha sido para mí la apertura de una nueva etapa: más silenciosa, más interior, más radiante. Es el paso del Adepto Menor al Adepto Mayor, del que busca la luz al que irradia sin buscar. Dejo atrás la obsesión con el conocimiento, para habitar la sabiduría del corazón. Ya no quiero dominar misterios, quiero encarnarlos. Ya no deseo “ser alguien”, sino desaparecer en el servicio, como los Auxiliares Invisibles que trabajan en silencio por la humanidad.

Si algo me ha quedado claro, es que la verdadera medicina es el Amor. Amor que no exige, que no manipula, que no se impone, sino que se ofrece como presencia pura. En eso quiero convertirme.

Que así sea.

Fraternamente,

Kain Exiliatus


domingo, 13 de julio de 2025

El Eterno Aprendiz (Tesina del noveno Grado)

  “El Eterno Aprendiz”


-Tesina Grado IX. ”Mago”-


(Wolverine, Guadalajara, Jalisco-México)

Pareciera que llegado al final del Camino, hubiésemos conseguido algo; pero lo cierto es que nos ha retornado hasta el comienzo. Es como un laberinto que hubiese que pasarlo por todos sus recovecos y sólo tuviese una entrada y que, a su vez, también fuese la propia salida. Ahora, quien ha pasado por el Templo Iniciático de la Vía, podrá decidir si salir del Laberinto o retornar a Él con la única intención de ayudar a los suyos y que, aún, se encuentran en su interior.


En realidad el Mago nunca dejó de ser Mago, incluso antes de que comenzará su Carrera como Celador. La única diferencia es que cuando se accede a éste noveno Grado, conclusivo, se toma consciencia de sí mismo; es decir, el Iniciado, por fin, ha terminado conociéndose a sí mismo y descubriendo cosas como el Lugar de donde procede o por qué se encuentra en el Mundo sin recordar nada de su verdadera Vida anterior.


Es evidente, el Mago,  posee un mayor control sobre su propia existencia, que el resto de sus conciudadanos, pues tiene acceso a mucha mayor información que ellos; pero también a la capacidad de saber aprovecharla de manera adecuada. Esa es la diferencia entre Conocimiento y Sabiduría y también es la diferencia entre un Teórico y un Práctico. 


El Mago sigue siendo tan humilde, si no más, que cuando entró en el Colegio como Celador; pero, con el paso del tiempo, ha ido descubriendo, no sólo el verdadero Mundo que lo rodea, sino también recordado su verdadero Ser y cuál es su Destino,


Descubre, ahora, el Mago, que su verdadero trabajo acaba de comenzar. Un trabajo que viene bien reflejado, no sólo en los manifiestos rosacruces, sino también en los evangelios y hasta en nuestro libro interior del Sentido Común como en la “Imitación de Cristo” de Tomás de Kempis. 


Quizá, ésta Tesina resulte una impostura que no debería de haber salido a la luz; dado que, al resultar el Grado Supremo ¿Quién se atrevería a juzgarla?, si no fuese porque retorna el Iniciado, mediante una espiral, al Grado del Aprendiz. 


Son muchos los que quedan frustrados al llegar a éste Grado porque no encuentran esas maravillas mutantes y de superpoderes que buscaban, retomando su andadura mediante otras órdenes, escuelas y fraternidades. Lo que no sabe el frustrado es que las escuelas sólo son un medio para hallar el verdadero Conocimiento, ellas no tienen algún Conocimiento. El conocimiento se encuentra dentro de todos nosotros, también de los frustrados.


Muchos, la inmensa mayoría, aún no se han percatado de que la Magia les rodea por doquier; de hecho, la mera cuestión de haber nacido, respirar y vivir son magia en sí. El Ser Humano es un Mago copartícipe en la Creación del Mundo, sólo que lo olvidó al encarnar en su propia hechura. Se toma por magia al mero ilusionismo, al mero mentalismo que, en realidad, se trata de engaños a los sentidos; es decir, mentiras recubiertas de ilusión y fantasía. La Magia del Mago es infinitamente más grande que todo eso. Y todos, sin excepción, a cada paso que damos, con cada decisión que tomamos, estamos realizando pura magia. Cómo acabamos de decir, la única diferencia entre un Humano del montón y un Mago es, que el Humano no tiene conciencia de ser un Mago; pero por mal que le pese, lo es. Y cada decisión que toma, cada trabajo que realiza están cargados de puritita Magia; pero al no ser consciente de ello, no puede sentirse responsable; pero lo es.


El Mago descubre que aún siendo Divino y un Ser Mágico, su Divinidad y su Magia quedaron, a buen resguardo, en la taquilla, antes de penetrar al Teatro del Mundo a interpretar su papel. Simplemente no recuerda las palabras mágicas o los sortilegios instantáneos. Además, su Cuerpo y su existencia materiales son un mero insulto a su idiosincrasia poderosa y eterna. 


Él, como mago, conoce que su Persona es una mera sombra inconsistente de su verdadero Ser, el cual aguarda, al otro lado, en el Pleroma, su Hogar Celeste, a qué se cumpla el Drama de la Vida para unirse a sus seres queridos, el resto de los intérpretes, sus hermanos magos.


¿Acaso ustedes no creen que la tecnología que nos rodea es pura magia camuflada de Ciencia? Quizá debamos de ir acostumbrándonos a reconocer que “Ciencia”, cómo Palabra moderna, en realidad esconde los entresijos de la Magia Ancestral. Está bien que estudies letras porque no te encuentres a la altura de los estudios de ciencias; pero si intentas encontrar la Magia en las meras letras, disculpa que te adelante que estás enteramente equivocado.


La aritmética y la geometría siempre fueron sagradas y las herramientas de la Magia. Recuerda ésto, porque la Palabra y la Magia van de la mano y fue el resonar de la voz del Demiurgo, lo que provocó que existiera todo lo que hoy podemos ver, sentir, oír, oler y tocar.


Hablar con palabras humanas sólo es magia latente y sin efectividad. Falta que el Mago acompañe el lenguaje de los pájaros con sus pócimas mágicas; pero también con sus micro chips y microprocesadores.


Otros se centran en un mero teatrillo, creyendo que sólo ahí está su Magia; pero lo cierto es que, mientras ellos pierden el tiempo de los gandules, otros conquistan el Universo y, sin querer, van descubriendo que su Mente es Divina y que no son meros errores de una estúpida naturaleza que actuara al azar.


En Guadalajara, a 10 de Julio de 2025


Frater Wolverine R+C



sábado, 12 de julio de 2025

Caminos de ceniza y aurora: La fragua del Hermano Interior

 Verdún, Qc, Canada, 11 de julio de 2025.

Frater: Kain Exiliatus

Fulgurans per Viam Cordis

Custos Ignis Interdicti

TESINA DEL GRADO DE ADEPTO MENOR

Caminos de ceniza y aurora: La fragua del Hermano Interior

Sais de Bethz, o el eco del Nombre

Nacemos con un nombre, pero no siempre es el que nos pertenece. El verdadero nombre nos es revelado en el silencio de los mundos interiores, cuando el eco del Logos resuena por fin sin intermediarios. Sais, la Dama del Velo, guarda el secreto. No se lo entrega al curioso, sino al iniciado, al que ha aceptado dejar atrás las formas y renacer en la carne del alma. Esta tesina es un testimonio de ese eco. Un intento de abrazar el fuego que arde pero no destruye, el fuego que purifica el metal de la identidad para templarlo en espíritu. Bethz, aquel guardián sombrío y sabio, fue testigo. Yo también lo soy. Esta es la historia de un retorno: no a un lugar, sino a una tarea.

Manifiesto poético (primera aparición): Kain Exiliatus - Fulgurans per Viam Cordis


Yo soy el desterrado que lleva un fuego sin nombre.

Erré más allá del Verbo y volví sin lengua.

Fui marcado por haber visto lo que no debía,

y por haber amado más allá de la Forma.

El trueno me partió en dos,

y desde entonces habito en la grieta.

Pero de la herida brotó el Fulgur.

No luz, sino rasgadura.

No camino, sino corazón.

A los que olvidaron su nombre,

yo les devuelvo una llama.

Porque fulguro en la oscuridad de la Vía Cardíaca.

Porque en el exilio encontré la alquimia del alma.

Y porque mi nombre no es un nombre,

sino una pregunta que arde.


"Kain desde el exilio" asi me reconoci, el arquetipo del condenado, del que fue marcado, el portador de una marca antigua, del que sabe porque ha sido arrojado fuera, el que ha sido expulsado, sí, pero también el que habita fuera del mundo conocido, más allá del umbral.

In Memoriam: El Fénix Herido

El Quinto Grado no es una etapa. Es un crisol. Lo aprendí en carne y hueso, como se aprenden las verdades que importan. No hay ascenso sin fractura, ni renacimiento sin fuego. Como Fénix herido, me vi obligado a mirar el rostro de la muerte simbólica, no como drama, sino como transmutación.

El Adepto Menor ha recorrido ya vías anteriores; ha conocido los lenguajes del alma. Pero ahora debe encarnar. Ya no basta el saber: ahora es preciso vivirlo, sangrarlo, volverlo carne. El Fénix no arde por estética, arde porque el cuerpo viejo no puede ya contener el alma que ha crecido. Esta herida no es maldición, sino medicina. Y Aralba, el Hermano herido, me lo mostró.

La Transición del Fénix: Sobre el sacrificio y la memoria iniciática

"La Torre ha sido derruida por el rayo de Zeus", reza la plancha. La transición del Fénix no es una simple etapa mitológica: es un exorcismo de los falsos templos que hemos construido. Tus, el mago ciego por el poder, y Nau, el corsario que desea robar el cielo sin haber cultivado la tierra, son las sombras internas que todo Adepto debe confrontar. Y Aralba, herido por la traición, es el reflejo de nuestra compasión rota.

En el Quinto Grado, aprendí que los verdaderos enemigos no vienen de afuera. Que hay una torre dentro de mí que debe ser destruida, porque se levantó sobre la arena de los conceptos. Que hay una amistad rota que revela mi apegamiento al reconocimiento. Que hay una guadaña en manos del guardián que no mata, sino libera.

Per Crucem ad Rosam III: El Sello del Camino

La Cruz no es un castigo. Es un mapa. En ella se inscribe el itinerario del alma entre el espíritu vertical y la materia horizontal. Y en su centro, florece la Rosa. La Rosa del Silencio, del Cristo Interno, de la fragancia que no busca testigos.

En este grado he comprendido que cada sufrimiento, cada duelo, cada frustración, es una pétalo caído que prepara el nacimiento de otro. Que la Cruz Rosacruz no es estandarte de poder sino escudo de humildad. Que mi carne, mi historia, mis lágrimas, son también parte de la Obra. Y que la Rosa no se da al que huye del dolor, sino al que se deja abrir por él.

La Práctica como Liturgia II: Medicina, Alquimia y Servicio

El Adepto Menor sirve. Esa es su prueba y su liberación. En mi camino como médico, he comprendido que sanar no es curar cuerpos, sino tocar almas. Que la medicina, cuando se practica desde el corazón iniciático, se vuelve alquimia. Cada diagnóstico puede ser un espejo. Cada tratamiento, una plegaria. Cada encuentro con el dolor del otro, un espejo de mi propia materia por redimir.

Aprendí que el Servicio no es sacrificio de sí, sino reconocimiento del Uno en el Otro. Que la verdadera medicina no se limita al bisturí ni a la molécula, sino que despierta en el contacto, en la escucha, en la presencia. Que no hay diferencia entre el altar y la camilla, si en ambos se ofrece la vida.


El Templo Transparente: Viaje a través de los símbolos del Quinto Grado

Vi el Templo de cuarzo. No era un sueño, sino una enseñanza. En la visión me hallaba exhausto, queriendo pagar con mi vida por no tener que escalar. Allí me enseñaron Hypnos y Tánatos que la pequeña muerte, la del sueño y la contemplación, es el umbral a los Misterios Menores.

Y Hades me mostró que incluso la muerte definitiva no es un fin, sino una iniciación mayor. Que todo plano existe en simultaneidad. Que los velos se retiran cuando el corazón deja de temer y comienza a servir.

El Templo Transparente no se construye afuera. Es nuestra carne, es nuestro espíritu transfigurado. Es la morada del Maestro Interno.

El Llamado al Discípulo: La voz que convoca al otro

Llegar a este grado implica volverse transmisor. No desde el ego, sino desde el vacío fecundo del que ya no necesita convencer. El verdadero Adepto Menor no enseña: irradia. Su sola vida se vuelve pregunta, espejo y puente.

La llegada del discípulo no se fuerza. Se convoca en el silencio. Se prepara en la coherencia. En este grado aprendí que la cadena iniciática no es una sucesión de mentes brillantes, sino una corriente de corazones disponibles. Y que el verdadero legado no se transmite en documentos, certificados, ni diplomas, sino en vibraciones.

El Cristo en el Corazón: Una Rosa Encarnada

"Cristo ha ocupado el trono de mi corazón". Lo escuché y lo escribo con temor y temblor, sabiendo que no lo merezco, pero que se me ha concedido. El Cristo Interno no viene como una visión, sino como un eje. Es una espiral que organiza el caos, una gravedad secreta que ordena mis emociones, mis pensamientos y mis actos.

Cuando el Cristo reina en el corazón, las emociones se vuelven brisa, no tormenta. La voluntad se vuelve servicio, no control. Y la identidad se vuelve aroma, no bandera. El Adepto Menor ya no busca poderes: busca Presencia.

Mi Conclusión: El Fuego que no Consume

Esta tesina no concluye: arde, me arde y mucho. Porque el Quinto Grado no se cierra con un aprendizaje, sino que abre un compromiso. El Adepto Menor ha pasado por la cruz y ha encontrado la rosa. No ha vencido, pero se ha rendido a lo real.

El fuego que ahora me habita no me destruye. Me enciende. Ya no soy el mismo, ni pretendo volver a serlo. Llevo en mi interior y mi brazo derecho las cicatrices del Fénix, los pasos del Loco, los sellos de la Sal, el Azufre y el Mercurio, el compas del Anciano de los Dias, la Vara de Hermes, La espada en la Piedra, la mirada de Aralba, la lágrima de Tus, y el grito de Sais. Y también el perfume de la Rosa.

Que este fuego me consuma en el servicio. Que me sostenga en la discreción. Que me conduzca, sin pausa y sin orgullo, al umbral del Adepto Mayor.

Amón, Amón, Amón.


jueves, 10 de julio de 2025

El Silencio del Pensador

 Verdun, Qc, Canada, 09 de julio de 2025.

Frater: Kain Exiliatus

Fulgurans per Viam Cordis

Custos Ignis Interdicti

TESINA DE CUARTO GRADO – FILÓSOFO

El Silencio Del Pensador

Mi vida ha sido una travesía marcada por fracturas y revelaciones. Nunca he sentido que pertenezco del todo a este mundo, ni al país en que nací, ni a las estructuras que lo organizan. Desde joven experimenté una sensibilidad feroz hacia el dolor del otro, una intuición que me hacía advertir la falsedad de muchas voces y la necesidad urgente de silencio. No el silencio de la pasividad, sino el que nace de una mirada profunda, el que sabe esperar, el que ha visto demasiado.

Este Cuarto Grado me encuentra en un momento de transición esencial. Vengo de habitar el cuerpo del servicio, de la práctica silenciosa, del trabajo, del combate invisible en el mundo. Vengo también de la herida, de perder la escucha en un oído y, con ello, de entrar al santuario del Silencio Verdadero. Nada de eso fue casual. Todo dolía, pero todo era señal.

Aquí, en este grado, no se trata de demostrar que se sabe, sino de dar testimonio de que se ha sido transformado. De que la rosa crece en la cruz. Y de que el pensamiento, cuando ha sido tocado por el Fuego, ya no es razón sino intuición madura.

El Despertar Del Silencio Interno

Perder la audición fue una iniciación. El silencio no fue ausencia, fue revelación. Comenzó a hablarme aquello que había ignorado por años: la voz interior. Siempre estuvo allí, lo supe desde niño, pero el ruido del mundo, el deseo de encajar, la velocidad de la vida y la exigencia de lo productivo la habían ahogado.

Aprendí que la intuición no es una capacidad mágica ni una sensación vaga, sino la expresión directa del alma cuando ya no tiene miedo de hablar. Ese "saber sin saber cómo lo sabes" que se vuelve luz, que se vuelve certeza. No se trata de ver el futuro, sino de reconocer el sentido de lo que está ocurriendo mientras ocurre. He vivido momentos en los que comprendí que todo estaba escrito, pero no por otro, sino por mí antes de nacer.

Atenea, la Hija de Zeus, me habló no en sueños, sino en los silencios de la enfermedad, en las pausas del duelo, en la mirada de quienes me buscaron para hablar desde el alma. Me llamó Perseo, Teseo, a veces Heracles, y supe que era mi espejo: guerrero, errante, filosofante, hijo de lo humano y lo divino.

El Pensamiento Alquímico

Pensar ya no es un acto mental, es un acto espiritual. Es destilar la experiencia, es transformar el plomo del dolor en el oro del significado. No hay filosofía verdadera sin alquimia. No hay verdad sin transmutación. Lo he aprendido con cada lágrima, con cada paciente que he acompañado, con cada meditación frente a la espiral del tiempo.

Mi pensamiento ya no busca saber, sino recordar. Recuerdo lo que soy, lo que fui, lo que me fue prometido. Recuerdo el Pleroma, aunque no pueda nombrarlo. Y cuando una intuición se cumple, no me sorprendo: solo afirmo en silencio que el alma ya lo sabía.

La filosofía que habito no se enseña en aulas, sino en los bordes del abismo, en la entrega radical a la vida. Me he convertido en crisol, en recipiente, en fuego y en destilado. Y por eso puedo hablar desde un lugar donde la teoría ya no basta. Pensar, para mí, es orar en secreto.

Per Crucem Ad Rosam II: El Sello Del Camino

Mi cruz tiene nombres. Tiene fechas. Tiene heridas. Es la traición, es el cuerpo que no responde, es la patria que no reconoce a sus hijos, es el padre que se divide, es el trabajo sin justicia, es la medicina que se vuelve maquinaria. Pero también es mi maestra. Porque en cada dolor, aprendí a no huir.

Allí donde otros querían consuelo, yo buscaba sentido. Allí donde otros buscaban sanar, yo me dejaba herir para que la herida hablara. Y fue entonces cuando la rosa se abrió en la cruz. Cuando la dignidad brotó del barro. Cuando el alma no necesitó pruebas, porque ya sabía.

Este grado no me lo gané, me fue dado por haber resistido. Por no haber renunciado. Por seguir arrodillado en el altar invisible de lo que no tiene nombre pero da vida. El sello de este camino es invisible, pero está en mi sangre.

La Filosofía Como Camino Profético

No vine a predecir. Vine a testificar. La filosofía, en este grado, se vuelve camino profético porque ya no habla de ideas, sino de revelaciones. Cada encuentro humano es un signo. Cada síntoma, una enseñanza. Cada silencio, una lección.

Ya no me interesa el debate, ni la lógica, ni la razón como reina, grandes materias que lei una y otra vez en un salon de clases. Me interesa el asombro, el arquetipo, la imagen viva. Soy un mensajero que escucha antes de hablar. Un profeta sin oráculo, pero con escucha afinada.

La palabra, cuando llega, no es mía. Es de la Fuente. Y yo solo soy el barro que la recibe. Por eso escribo, por eso guardo el fuego. Por eso me alejo, a veces, y vuelvo. Porque el profeta no pertenece a nadie.

Mi Conclusión: Ser Testigo

No he venido a enseñar. He venido a testificar. Mi vida no busca premios ni reconocimientos. Solo quiere ser espejo. Si alguien, al leerme, reconoce algo de sí, ya he cumplido.

Soy testigo de lo que el fuego puede hacer con un hombre. De lo que el silencio puede parir. De lo que el pensamiento puede transmutar cuando se vuelve alquimia.

Que mis palabras no sean solo palabras, sino ecos de algo que está en todos. Que este grado no me separe, sino que me una más. Porque ser Filósofo es, al fin, haber comprendido que solo sabe quien ha sido transformado por lo que sabe.

Y en ese crisol, sigo.


De la Práctica a la Alquimia del Ser

 Verdun, Qc, Canada, 08 de julio de 2025.

Frater: Kain Exiliatus

Fulgurans per Viam Cordis

Custos Ignis Interdicti

Tesina de Grado Práctico

De la Práctica a la Alquimia del Ser

Tras haber transitado el sendero del Celador y luego del Grado Teorico, me adentro ahora en una etapa que, si bien mantiene su nombre, implica un nuevo nivel de profundidad. El “practicus” que soy hoy ya no ejecuta únicamente lo aprendido; ahora comienza a transformar. No se trata solo de conocer los símbolos, sino de habitarlos. No se trata ya de caminar el sendero, sino de fundirse con él.

Mi camino ha sido, como el del alquimista, una espiral. Ya conocen que soy médico, pero también filósofo, artista de la transformación y peregrino de la rosa. Perdí la audición del oído izquierdo, pero gané otra forma de escuchar: la voz del alma. Cada enfermedad, cada duda, cada silencio, han sido crisoles. Y en ellos, he destilado un propósito: recordar quién soy.

El Llamado Interior: El Ángel con la Trompeta

Como Christian Rosacruz en la primera jornada de sus Bodas Alquímicas, también fui visitado por un Ángel. El mío no llegó con alas visibles ni cartas en todas las lenguas, sino con un zumbido eterno: el tinnitus que se instauró en mi oído izquierdo. Fue ese zumbido, como una trompeta interna, el que rompió el mundo cotidiano y me hizo mirar hacia adentro.

Allí supe que el camino rosacruz no es una teoría, sino un acontecimiento. No es una lectura, sino una vivencia. El Ángel me habló en silencio: me estaba iniciando en el Misterio de la Cruz, y en la posibilidad de, a través de ella, recordar la Rosa.

La Montaña y el Pozo: La Medicina como Vía Iniciática

La medicina moderna me formó como técnico del cuerpo. Pero el dolor propio —el mío y el de los pacientes— me llevó a buscar más allá del bisturí, de la molécula, del diagnóstico. En la montaña donde me refugié simbólicamente, no encontré un hospital, sino un pozo: profundo, oscuro, mineral.

Allí, como relata un alquimista en su sueño, “la verdadera materia de la Medicina perfecta... se encuentra solamente en esta Montaña, en el fondo de un pozo seco”. He descendido por esa cuerda de fuego, entre símbolos, lágrimas, fracasos y vislumbres de gracia. Hoy comprendo que el médico rosacruz no cura cuerpos: transmuta destinos.

Las Siete Jornadas: Mi Obra Alquímica Interior

Así como las Bodas Alquímicas están divididas en siete jornadas, también mi camino ha sido marcado por siete fases simbólicas que ahora reconozco:

Despertar – El zumbido en el oído como llamado espiritual.

Caída – El duelo por la pérdida sensorial, identidad fragmentada.

Rebeldía – El rechazo a la técnica vacía, al sistema médico sin alma.

Silencio – La escucha interior, el vaciamiento.

Síntesis – Integrar la medicina, la alquimia y la filosofía.

Servicio – Acompañar a otros desde el fuego transmutado.

Alianza – Unirme a la Rosa y la Cruz, y comprender que soy ambos.

Per Crucem ad Rosam: El Sello del Camino

La frase “Per Crucem ad Rosam” cobra para mí un nuevo sentido. La cruz no fue una metáfora: fue mi cuerpo marcado, mi miedo, mi cansancio, mi exilio interior. Y sin embargo, en ese mismo cruce de dolores nació la Rosa.

Porque fui asno, comí la rosa. Porque fui Lucius, pude reencontrar la luz. Porque descendí, recordé.

Comprendí tarde que la cruz que se me daba no era un castigo ni un accidente: era un destino cifrado, una geometría divina para mi transmutación. La cruz no cayó sobre mí: yo la llevé escrita desde antes del comienzo. En mi oído, en mis células, en mi historia familiar, en mis fracasos amorosos, en cada vez que me sentí exiliado del lenguaje o del mundo.

Como Rosacruz, sé que la rosa no florece sin espinas, sin sangre, sin duelo. La rosa es símbolo del alma en su plenitud, pero también de la belleza nacida de lo imposible. Solo quien ha atravesado el jardín del espino -ese que guarda la entrada del templo interior- puede oler su perfume sin ser herido por el orgullo.

Mi pérdida auditiva fue la primera gran cruz visible, o por lo menos la que senti así. Pero hubo muchas antes: la del silencio afectivo, la del cuerpo enfermo, la de la patria fracturada, la del amor perdido, la del tiempo que me arranca partes de mí sin permiso. La cruz no es solo vertical y horizontal. Es interna y externa. Es la intersección de lo que uno es con lo que uno teme ser.

Cada cruce de caminos ha sido también un cruce de abismos: decisiones que me quebraron, duelos sin entierro, preguntas sin respuesta. La cruz que cargo no es de madera: es de plomo psíquico, de sangre no llorada, de palabras que no supe decir.

Pero en alquimia el plomo no es el final: es el comienzo. La cruz de plomo es el inicio de la Gran Obra.

Y sin embargo, en medio del dolor... apareció la Rosa. No una flor externa, sino una presencia que brota desde el centro del corazón cuando el ego se ha derrumbado y la sombra ha sido aceptada. La rosa que vino a mí no fue perfecta: era herida, era cicatriz, era ternura con espinas.

La Rosa no es una recompensa. Es una consecuencia.

La Rosa es lo que queda cuando uno ya no necesita comprender, controlar, defenderse. Es la risa después del llanto. El perfume después de la quema. Es lo que nace cuando ya no queda nada que ocultar. Y entonces se revela: Yo soy tú. Tú eres la Rosa que buscabas.

El Sello: Cruz y Rosa Unidas

Cuando los antiguos alquimistas hablaban del sello, no se referían a un símbolo decorativo, sino a una impresión irreversible del espíritu en la carne. Mi sello, lo reconozco, es esta unión secreta: he sido marcado por el dolor y la revelación, por el exilio y la presencia.

Hoy llevo en mí ese signo invisible: una cruz abierta como los cuatro elementos, y en su centro, una rosa que no se marchita. Como dijo el Corpus Hermeticum, "lo que se ha unido por el fuego, no puede ser separado".

Ese sello no lo recibí de un maestro externo. Fue mi propio camino —mi cuerpo convertido en atanor, mis lágrimas como alquimia húmeda, mi oído silenciado como entrada a otro mundo— el que me imprimió la marca.

He muerto y renacido muchas veces. Cada vez más desnudo. Cada vez más vacío de certezas y más lleno de silencio. Cada vez más cerca de esa verdad que solo se escucha con el oído del alma.

La Rosa como Herida que Florece

No hay rosa sin cruz. No hay perfume sin herida. Por eso, si mi oído sangró fue para que pudiera escuchar sin ruido. Si mi cuerpo falló fue para que mi espíritu pudiera tocar fondo. Cada vez que el mundo me rompió, descubrí una forma distinta del amor. Amor que no necesita entender. Amor que simplemente es.

"Per Crucem ad Rosam" es, para mí, la fórmula más pura de toda alquimia espiritual. No hay atajos. No hay logros sin renuncias. No hay integración sin desintegración. Pero la Rosa... siempre aparece. No en el momento que esperas, ni como la imaginabas. Aparece cuando te rindes. Cuando no te queda nada. Cuando ya no eres nadie. Entonces... florece.

Y eso basta.

La Práctica como Liturgia: Medicina, Alquimia y Servicio

Mi trabajo como médico ya no es solo técnico. Veo en cada paciente un símbolo. En cada molecula de oxígeno, un espíritu. En cada sesión, una liturgia.

He aprendido que la práctica no es acción ciega, sino oración activa. Ser Práctico en el Tercer Grado no significa hacer más cosas, sino hacerlas con conciencia.

La medicina, cuando pierde su alma, se convierte en mecánica de cuerpos rotos. La espiritualidad, cuando olvida el cuerpo, cae en evasión o dogma. En el Grado Práctico, he comprendido que la verdadera obra rosacruz no se despliega en planos abstractos ni se encierra en templos invisibles. Se manifiesta, ante todo, en la vida cotidiana —en el trabajo, en el sufrimiento compartido, en el oficio que uno realiza con conciencia.

La práctica, para mí, se ha vuelto una forma de liturgia. No como un rito aprendido, sino como un arte sagrado que se realiza con cada paciente, con cada inhalación de oxígeno, con cada palabra que busca aliviar. En el Tercer Grado he redescubierto que el verdadero templo está donde haya un ser humano en búsqueda, en duelo, en tránsito.

El paciente como espejo

Cada paciente que recibo no es un caso: es un espejo. Su dolor es un fragmento del mío. Su cuerpo herido es mi cuerpo también. Aprendí que no se puede servir desde arriba ni desde afuera. Hay que servir desde adentro. Y para eso, hay que vaciarse.

Me he enfrentado al sufrimiento de otros no como quien tiene respuestas, sino como quien ha aprendido a estar. Sin controlar. Sin intervenir más de lo necesario. Porque a veces el mayor acto médico es sostener la llama, no apagar el fuego.

Con el tiempo, entendí que cada sesión podía ser un acto de ofrenda. Que cada ajuste de máscara, cada protocolo revisado, cada palabra de consuelo o silencio respetuoso, podía ser una oración sin palabras. Una misa clínica. Un servicio de comunión entre dos seres humanos que atraviesan juntos el misterio de la fragilidad.

El oficio como sendero iniciático

Como Práctico, ya no trabajo para hacer cosas. Trabajo para ser en lo que hago. En cada gesto técnico hay una oportunidad de elevar la materia. En cada momento de frustración, una posibilidad de entrega. La vida profesional no es un obstáculo para el Sendero: es el Sendero.

Los antiguos enseñaban que el alquimista no debía temer mancharse las manos. Que solo quien labora en lo denso, en el fango, en lo impuro, puede obtener la piedra. Así también yo he aprendido que la práctica no es lo opuesto a la espiritualidad, sino su forma visible, encarnada, encendida. La única que puede sostenerse en el tiempo sin convertirse en discurso vacío.

Mi medicina ya no se basa solamente en evidencia, sino en presencia. No en la cantidad de herramientas, sino en la calidad de la atención. Atiendo al alma, aunque no se vea en la historia clínica. Contemplo al espíritu, aunque no tenga código de facturación.

El servicio como vía de transmutación

He descubierto que servir a los demás no es una virtud: es una necesidad del alma. Cuando sirvo, algo en mí se alinea, se redime, se recuerda. No es un gesto moral ni una actitud ascética. Es una forma de despertar.

Porque quien sirve —de verdad— no busca recompensa, ni reconocimiento. Busca, en lo profundo, reencontrar el vínculo con el Todo. Con el Logos que habita en cada célula. Con el Cristo interior que espera en cada respiración.

La práctica del servicio me ha revelado un secreto: no hay alquimia sin entrega. El yo que se aferra a sus logros, a su rol, a su necesidad de ser visto, nunca verá la Rosa. Solo quien se ha vaciado puede ser llenado de Luz. Solo quien ha dado su fuego puede recibir el Fuego Verdadero.




Mi Conclusión: La Palabra Perdida

Este tercer grado me entrega la visión del alma que ha caminado. El Teórico pasando a Práctico no es quien estudia: es quien ha vivido y, desde esa vivencia, puede enseñar.

Quizás el objetivo de todo este proceso ha sido reencontrar la Palabra Perdida. En mí, esa palabra se ha revelado no en voz, sino en silencio. No como doctrina, sino como camino.

La Rosa-Cruz me ha enseñado que no hay mayor alquimia que amar lo que duele, y no hay mayor sabiduría que recordar.

El Templo no está en un lugar físico, sino en el cruce entre experiencia y contemplación. Y es allí donde me preparo a entrar: a enseñar sin palabras, a servir sin mostrarme, a llevar la rosa tatuada en el pecho y la cruz en la espalda.

Hoy, cierro este ciclo con humildad, sabiendo que el sendero no termina, sino que se transforma. Y que lo que he ganado no es un grado, sino una conciencia. Que yo mismo soy la Obra, el Operador, y la Piedra.


martes, 8 de julio de 2025

El Mundo es el Templo, nosotros, como iniciados, sus ministros o administradores

  “El Mundo es el Templo, nosotros, como iniciados, sus ministros o administradores”


-Tesina Grado VIII. ”Maestro de Templo”-


(Wolverine, Guadalajara, Jalisco-México)


“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.

Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así. Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto.”

(Génesis 1:26-31)


Por todas partes se insiste en que los seres humanos somos menos que nada y que, apenas merecemos seguir existiendo. Entren ustedes en Internet y comprueben cómo ésto que digo es cierto; de hecho, se intenta explicar que éstas palabras del primer libro de la Biblia son, meramente, simbólicas; pero ello no es cierto. En realidad somos los custodios y responsables del Mundo, de todos sus habitantes y de todo aquello que suceda o deje de suceder en Él.


Con éste Octavo Grado “Maestro de Templo” correspondiente a la “Tercera Orden” del “Colegio Invisible de la Rosacruz” se nos muestra lo obvio del pasaje del Génesis que hemos traído a colación. Todavía, aún no alcanzado el Grado Supremo de “Mago”, se nos muestra una apertura de Conciencia que lleva consigo la Luz de la Verdad. Somos, por decir así,una suerte de periféricos del Verbo Creador, colocados donde estamos a modo de ángeles custodios de la Creación; es decir, del Mundo, del Templo Iniciático que es la Vida. No, no somos su Guarda Templo Exterior sino su Guarda Templo Interno.


Un Guarda Templo que, mediante el Proceso Iniciático de la Vida, deberá ir escalando grados hasta transformarse en lo que él Verbo decidió para Él “Convertirse en el Maestro del Templo”, en su Venerable y Supremo mandatario. ¿Somos, acaso, los dueños del Mundo?, ¡No!; pero sí los subalternos o capataces colocados en él para administrarlo convenientemente. ¿Estamos realizando, convenientemente, dicha labor? “¿Quienes somos nosotros para decidirlo, si nos faltan datos?”


Quizá, la Humanidad lo esté haciendo todo mal; pero, también, es posible que solo estemos siguiendo un plan previamente programado y, por lo tanto, estamos haciéndolo bien. Pondré un ejemplo que se me viene a la cabeza: Supongamos que nos encontramos inmersos en una Obra de Teatro, de hecho nos encontramos en una Obra de Teatro Cósmica; pero, la Obra no es sólo la interpretación de un melodrama sino, también, la previa construcción y ornato del escenario y, por supuesto, al final del trabajo interpretativo, la posterior retirada de toda la tramoya.


En la actualidad, en los teatros modernos, son los tramoyistas los encargados de esas dos labores, tan importantes, y sin la cual no habría un escenario en el que poder interpretar la Obra, la construcción, primero y la retirada, después, del escenario. Antaño eran los propios actores quienes diseñaban la Obra, construían los escenarios, interpretaban la función y desmontaban todo al finalizar su trabajo principal.


Con ello, intento hacer ver a quienes estas palabras lean que, quizá las cosas son como son porque así tienen que ser. Hubo un momento para la construcción del escenario, la Creación del Mundo, hubo otro momento para la interpretación de la Obra Iniciática, la propia Vida y, muy probablemente nos encontremos al final de la función y, en donde la mayoría de los actuantes, que ya pasaron por la Vida, se estén dedicando a lo propio; es decir, a desmontar el escenario.


El problema de todo esto es que aún no seamos conscientes del panorama completo del Teatro de la Vida porque nos quedamos en el Personaje del Guardián Interior o de otro de los oficiales del Templo. Sólo si somos capaces de elevarnos a nuestro prometido Grado de Maestro del Templo, podremos tener una visión general de todo lo que está sucediendo en el escenario; pero también tras sus bambalinas. Quizá, esos actores, ya no necesarios, se encuentren actuando como tramoyistas y preparando el desmontaje del escenario y aquello que nos aterra no sea otra cosa que el alboroto del desmontaje.


¿Quién se atreve a juzgar al Venerable Maestro del Templo, cuando aún no ha pasado por Experto, Maestro de Ceremonias o alguno de los dos vigilantes?


Seamos humildes, al menos eso intento yo mismo, e intentemos no juzgar aquello que está sucediendo porque nosotros creamos que está mal y que se podría hacer mejor. Cada uno, en ésta función, cumplamos con nuestra Labor encomendada y cuando nos toque la veneratura de la Maestría, veremos las cosas con meridiana claridad, pues estaremos con el poder de la verdadera Luz que nos muestra la Única Verdad.


Mientras tanto, vivamos y juzguemos nuestros propios actos. Lo contrario sería un ejercicio de soberbia y arrogancia.


En el Oriente de México,Valle de Guadalajara, a 07/07/2025


Frater R+C Wolverine





lunes, 7 de julio de 2025

Cuando la Cruz se vuelve Espejo

 Verdún, Qc, Canada, 07 de julio de 2025.

Frater: Kain Exiliatus

Fulgurans per Viam Cordis

Custos Ignis Interdicti

Tesina personal Grado Teórico.

Cuando la cruz se vuelve espejo

No se inicia a quien quiere, sino a quien ha sido herido. En el paso del Primer al Segundo Grado, no me acerco como un buscador ingenuo, sino como un hombre marcado: por el fuego, por el silencio, por la ciencia y la pérdida. No he seguido una línea recta, sino una espiral —la misma que se quebró en mi oído izquierdo el día en que el sonido se extinguió sin aviso.

Soy médico. Soy alquimista. Soy exiliado. Y soy —ahora lo sé— un receptáculo de misterio que debe ser descifrado desde adentro.

El cuerpo que falla, el espíritu que escucha

Perder la audición no fue el fin de un sentido, sino el comienzo de otro. La ruptura en el oído no solo me privó de sonidos externos: me obligó a aprender a oír hacia adentro, a escuchar lo que no suena, a reconocer que el desequilibrio físico puede ser el llamado de un orden superior.

Comprendí que no basta con saber anatomía, fisiología o protocolos terapéuticos. Mi labor como médico hiperbárico me sitúa en cámaras selladas, donde el tiempo y el oxígeno se alteran, como en una alquimia silenciosa. Allí comprendí que el cuerpo no es un simple vehículo: es un crisol. Y que el sufrimiento es el fuego que destila el alma.

Theoricus: el que busca la estructura secreta

En el Segundo Grado, ya no basta con custodiar (como Celador). Ahora debo entender. Ser Theoricus es ser contemplador, arquitecto invisible del universo oculto. Pero no estudio para acumular conocimiento muerto. Estudio para recordar.

Estudio para comprender por qué el alma encarna en un cuerpo vulnerable. Por qué el oído, órgano de equilibrio y de resonancia, fue mi punto de ruptura. ¿Acaso no es el oído el órgano más cercano al corazón simbólico? ¿No está en él el eco de MAAT, el principio egipcio de equilibrio?

Aquí empece en mi busqueda personal por volver a tener balance, el re-equilibrio, ya sin una parte de mi, fue re-educar mi sistema vestibular y de posicionamiento en el espacio, todo para mi era algo nuevo, gracias a mi practica en artes marciales, fue esta quien me ayudo en mi proceso de re-habilitación.

En este grado, estudio la estructura del universo porque soy parte de su arquitectura. El Kybalion me recuerda: "Como es arriba, es abajo". Mis células, mis emociones, mi dolor físico y mis visiones internas obedecen las mismas leyes que rigen a los eones.


El exilio como iniciación

Soy venezolano. Pero no me siento de ninguna tierra. Soy de donde vibra mi alma. Soy de la diáspora que carga símbolos y memorias antiguas, de una sangre que mezcla linajes y que se interroga a sí misma.

Mi vida me ha llevado a pensar en la identidad como un rompecabezas. He sido exiliado de mi país, de mi cuerpo, de mis sentidos, y a veces, de mi fe. Pero esa pérdida es mi iniciación. Porque el verdadero Rosacruz no tiene nación. Habita el templo invisible, en la intersección entre el espíritu y la carne, entre lo que muere y lo que transfigura.

El oído del alma y la alquimia interior

He dedicado capítulos enteros de mi vida —y de mi escritura— a entender el oído no solo como órgano físico, sino como símbolo. El oído que se cierra da lugar al Silencio. Pero ese Silencio no está vacío. Es presencia. Es vibración que nace del Pleroma. Es el vientre donde se gesta el Verbo que crea.

Mi dolor se convirtió en materia prima. Lo destilé, lo fermenté, lo abracé. Así conocí la alquimia. No como historia medieval, sino como lenguaje simbólico de mi biografía. Me descubrí como laboratorio vivo de la Gran Obra.

Y en ese camino, entendí los tres principios:

Sal: la cristalización de la identidad en un cuerpo.

Azufre: la pasión que arde en el alma.

Mercurio: el espíritu que escapa y se transmuta.

El ritual y la cruz interior

Recibí el símbolo del Theoricus: la Cruz de los Cuatro Elementos. Aire, Fuego, Agua, Tierra. Pero yo ya la había sentido en carne viva:

El Aire, cuando comprendí que las ideas podían salvarme del caos.

El Fuego, cuando arrojé todo al crisol durante mi pérdida.

El Agua, cuando lloré en silencio el reflejo de mi propio duelo.

La Tierra, cuando me aferré al aquí y al ahora para no caer en el abismo del nihilismo.

La cruz no es solo símbolo. Es un eje. Es una brújula. Es el recuerdo de que aún en la carne, la rosa puede florecer.

El Tarot como espejo del camino

Las cartas del Tarot me han acompañado, no como oráculo sino como mapa del alma. He sido el Loco que camina sin mapa, el Mago que intenta canalizar la energía, el Colgado suspendido entre dos mundos, y el Ermitaño que se aleja para poder encender su linterna.

En mi travesía, el arcano que más me interpela es La Estrella: esa promesa de algo que brilla tras el dolor, esa voz que viene de otros mundos —como un eco, como un susurro en el oído que ya no oye.

Mi Conclusión: Fiat Lux, Zaph-Nath-Paaneah

El Grado Teórico me entrega una gran palabra: Zaph-Nath-Paaneah —El que revela secretos.

Hoy sé que no busco dogmas ni pertenencias. Busco revelar el secreto que yo mismo soy. Y esa revelación es progresiva, dolorosa, gloriosa.

El proceso de Cristificación no es un milagro externo. Es una labor interna. Es el momento en que mi personalidad se rinde y deja al Maestro Interno tomar el timón. Yo no guío: soy guiado. No ilumino: soy iluminado.

Como Theoricus, me comprometo a continuar destilando lo invisible en acto, lo simbólico en medicina, lo espiritual en cuerpo. Y a honrar mi cruz con rosas —no solo como adorno, sino como flor que sangra.


Entre el Templo y el Abismo (Tesina del Noveno Grado)

 Verdún, Qc, Canada, 20  de julio de 2025. Frater: Kain Exiliatus Fulgurans per Viam Cordis Custos Ignis Interdicti Tesina del Noveno Grado:...